La aptitud (del latín aptus = capaz para), es la capacidad de una persona para realizar adecuadamente una tarea.
La actitud,( del latín actus = determinación, comportamiento, perfección.) es la forma de actuar de una persona, el comportamiento que emplea un individuo para hacer las cosas.
La actitud:
Es lo mejor o peor de nuestros verdadero yo.
Sus raíces son internas pero su fruto es externo.
Es nuestra mejor amiga o nuestra peor enemiga.
Es más honesta y más consecuente que nuestras palabras.
Es algo que atrae o repele a la gente de nosotros.
No está satisfecha hasta que no se expresa.
Es la que habla de nuestro presente.
Es la profeta de nuestro futuro.
Introducción:
¿Qué determina el que seamos perdedores o vencedores? Nuestra actitud. Dios nos creó con las condiciones para se ganadores, no fracasados. Nos concibió con todas las condiciones para salir adelante, por encima de las circunstancias que enfrentemos cualesquiera que sean. Lamentablemente la condición de pecado del género humano le lleva a dejarse dominar por los pensamientos de derrota que siembra nuestro enemigo espiritual, si se lo permitimos. Es su forma de atacar nuestro presente y futuro, sembrando pensamientos orientados al fracaso.
I.- LA ACTITUD ES DETERMINANTE PARA AVANZAR, ESTANCARSE O RETORCEDER EN EL PROCESO DE CRECIMIENTO PERSONAL Y ESPIRITUAL.
Alcanzamos un alto nivel de liderazgo cuando adoptamos la actitud correcta. Sobre nuestra relación con Dios, con nosotros, con las relaciones interpersonales y en la forma como enfrentamos las circunstancias (Proverbios 23:7).
El Señor Jesucristo enfatizó la importancia de que pongamos en orden nuestro mundo interior (Lucas 6:45).
La verdadera transformación ocurre desde nuestro mundo interior hacia nuestro mundo exterior.
La actitud que usamos al iniciar una relación, un proyecto o fijarnos un propósito, determina si lo concluiremos o lo dejaremos a medio terminar.
Ejemplo: Números 13:26-33. Las dos actitudes que asumieron cada uno de los 12 espías enviados a reconocer la tierra prometida.
La actitud determina si soy un vencedor o un fracasado. Todo depende de lo que guardamos en el corazón (Proverbios 4:23; 3:5)
Nuestra actitud determina si convierto los problemas en gigantes o en oportunidades de bendición (Romanos 8:28)
Nuestra actitud hacia los demás, determina el trato que recibiremos (Lucas 6:31)
II.- LA ACTITUD ES DETERMINANTE PARA DISFRUTAR LA VIDA O AMARGARNOS CADA INSTANTE DE LA EXISTENCIA.
Nuestra actitud frente a las circunstancias adversas y situaciones que nos rodean, puede convertirse en una actitud amiga o una actitud enemiga. Obra a nuestro favor o en contra (Marcos 9:23).
Nuestra actitud determina si somos felices con lo tenemos o vivimos infelices con lo que no tenemos (Eclesiastés 2:11; 3:12, 13)
III.- LAS ACTITUDES DE TODA PERSONA PUEDEN SER TRANSFORMADAS CON EL PODER DE JESUCRISTO (Romanos 12:2)
Nuestras actitudes negativas cambiarán cuando decidamos cambiarlas. Nadie me obliga a hacerlo (Deuteronomio 30:19)
Nuestras actitudes deben ser sometidas a un ajuste constante, desechando pensamientos negativos (Filipenses 4:8)
Siempre debemos tener presente que nuestras actitudes son contagiosas. Para bien o para mal.
El apóstol Pablo, escribiendo a la iglesia de Filipo, colocó ante esos cristianos un indicador de actitud. «Haya, pues, en vosotros esta misma actitud que hubo también en Cristo Jesús» (Filipenses 2:5, Biblia de las Américas).
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús
Cristo nos da un perfecto ejemplo. Su elevada norma no fue dada para frustrarnos sino para revelarnos áreas en nuestras vidas que necesitan mejoramiento.
Cuando vemos en Filipenses 2:3–8, traigo a mi mente las actitudes saludables que Jesús poseía. Era desinteresado.
«Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros» (Filipenses 2:3–4).
Era seguro. «El cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres» (Filipenses 2:6–7).
Era sumiso. «Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz» (Filipenses 2:8).
Pablo dice que estas cualidades fueron notorias en la vida de Cristo, debido a su actitud (v. 5, Biblia de las Américas). También dice que nosotros podemos tener la misma actitud en nuestras vidas. Para ello tenemos el ejemplo de esa actitud y el estímulo para obtenerla.
En Romanos 12:1, 2, Pablo afirma:
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro
entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
El resultado de una mente renovada o una actitud cambiada es comprobar y cumplir la voluntad de Dios. Una vez más vemos que la actitud dicta el comportamiento.
1: Nuestra actitud determina nuestro enfoque de la vida
Una buena manera para probar nuestra actitud es respondiendo a la pregunta: «¿Siento que el mundo me trata bien?» Si su actitud hacia el mundo es excelente, usted recibirá resultados excelentes. Si su actitud hacia el mundo es regular, la respuesta del mundo será regular. Si se siente mal con el mundo, le parecerá que recibe una reacción negativa de la vida. Mire a su alrededor. Analice la conversación de la gente que vive infeliz y sin realización. Les oirá protestar contra una sociedad que, según ellos, solamente les da una vida de problemas, miseria y mala suerte. Muchas veces han construido la cárcel del descontento con sus propias manos.
El apóstol Pablo tenía un terrible pasado que superar. Le dijo a Timoteo que era el primero de los pecadores. Pero luego de su conversión sintió un gran deseo de conocer a Cristo de una manera mayor. ¿Cómo cumplió este deseo? No esperando que alguien le ayudara, ni mirando hacia atrás y lamentándose por su terrible pasado. Pablo, diligentemente, prosiguió «asido por Cristo Jesús». La singularidad de su propósito le hizo declarar: «Pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Filipenses 3.13, 14).
Somos individualmente responsables por la visión que tengamos de la vida. La Biblia
dice: «Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gálatas 6.7). Nuestra actitud y nuestra acción hacia la vida determinan lo que nos sucede.
2: Nuestra actitud determina nuestra relación con la gente
La Regla de Oro dice: «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas» (Mateo7.12).
Este principio alcanza su mayor significado cuando, como cristianos, nos damos cuenta que el ministerio efectivo a los demás se basa en la relación.
El modelo de ministerio (como lo entiendo) se capta mejor en Juan 13. Cristo y sus discípulos están reunidos en el aposento alto.
Los componentes del ministerio modelo de Cristo son:
- Hombres con quienes había compartido en todas las áreas de la vida.
- Una actitud y una demostración de servicio.
- Un mandamiento de amor que lo abarca todo («Por esto todos los hombres conocerán que sois mis discípulos»).
POR QUÉ SE PIERDEN CLIENTES EN LOS NEGOCIOS:
1% Se mueren
3% Se mudan
5% Consiguen otros amigos
9% Por razones competitivas (precio)
14% No están satisfechos con el producto (Calidad del producto).
68% ¡Por la actitud de indiferencia de algunos empleados!
3: Casi siempre nuestra actitud es la única diferencia que hay entre el éxito y el fracaso
4: La actitud que tengamos al comenzar una tarea afectará su
resultado más que cualquier otra cosa
5: Nuestra actitud puede convertir nuestros problemas en Bendiciones
6: Nuestra actitud puede darnos una poco común perspectiva positiva
Resultado de esa verdad: el logro de metas poco comunes. He observado las diferentes
metodologías y los resultados logrados por un pensador positivo y por una persona llena de temor y aprensión.
Ejemplo: Cuando Goliat vino contra los israelitas, todos los soldados pensaron: Es tan grande que jamás podremos matarlo. David miró al mismo gigante y pensó Es tan grande que no puedo fallar al tirar la onda..
7: Nuestra actitud no es automáticamente buena por el solo hecho de que seamos cristianos
Es digno de notarse que algunos pecados del alma: orgullo, avaricia, lujuria, envidia,
ira, glotonería, pereza, no son sino asuntos de actitud.
Tristemente, muchos cristianos carnales acarrean problemas espirituales internos.
Son como el hermano mayor del hijo pródigo, pensando que todo lo hacen bien. Él decidió quedarse en casa con el padre. De ninguna manera iba a malgastar su tiempo inútilmente.
Sin embargo, cuando el hermano más joven regresó a casa, algunas de las actitudes erróneas del hermano mayor salieron a la superficie.
Primero, tuvo un sentimiento de importancia propia. El hermano mayor estaba afuera en el campo, haciendo lo que tenía que hacer, pero se enojó cuando comenzó la fiesta en casa. No se enojó porque no le gustaran las fiestas. Sé que le gustaban, porque se quejó a su padre reclamándole que nunca le había dejado tener una.
Le siguió un sentimiento de autocompasión. El hermano mayor dijo: «He aquí, tantos
años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo» (Lucas 15.29, 30).
Casi siempre pasamos por alto el verdadero significado de la historia del hijo pródigo.
Olvidamos que no tenemos uno sino dos pródigos. El hermano más joven era culpable de los pecados de la carne, mientras que el hermano mayor era culpable de los pecados del espíritu (actitud). Cuando la parábola termina, es el hermano mayor el que está fuera de la casa del padre.
En Filipenses 2.3–8, Pablo habla de las actitudes que debemos poseer como cristianos:
Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando
cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo
propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz.
Pablo menciona cinco cosas sobre la actitud cristiana adecuada:
- Hacer las cosas por las razones correctas (v. 3).
- Considerar a los demás como más importantes que uno mismo (v. 3).
- Mirar el interés de los demás (v. 4).
- Cristo reconoció su condición de hijo y por eso quería servir a Dios y a los demás.
- Poseer la actitud de Cristo, que no estaba hambriento de poder (v. 6) sino que se
despojó a sí mismo (v. 7), demostró obediencia (v. 8) y cumplió el propósito de
Dios (v. 8).
Cuando el énfasis en nuestra manera de vivir no se centra en el versículo 4, buscando nuestros propios intereses personales, somos como el hermano mayor. Alimentamos actitudes de celo, compasión y egoísmo. Los cristianos que no poseen una causa más grande que ellos mismos no son tan felices como los que no conocen a Cristo como Salvador, pero sin embargo tienen un propósito más grande que ellos mismos.
Esta actitud de «hermano mayor» tiene tres posibles resultados, ninguno de los cuales es positivo. Primero, es posible para nosotros ocupar el lugar y el privilegio de un hijo y al mismo tiempo rehusar las obligaciones de un hermano. Exteriormente, el hermano mayor era correcto, consciente, diligente y responsable, pero su actitud no era la adecuada. Además, una relación equivocada con el hermano produjo una relación tensa con el padre (Lucas 15.28).
Segundo, es posible servir al Padre fielmente y sin embargo no estar en comunión con él. Una relación correcta, debe, por lo general, producir intereses y prioridades similares.
Sin embargo, el hermano mayor no tenía idea de por qué el padre debía regocijarse con el regreso de su hijo.
Tercero, es posible ser un heredero de todo lo que nuestro Padre tiene y sin embargo tener menos gozo y libertad que uno que no tiene nada. Los criados estaban más felices que el hijo mayor, comieron, rieron y bailaron, mientras este se quedó afuera reclamando sus derechos.
Una actitud equivocada mantuvo al hermano mayor lejos del deseo del corazón de su padre, del amor de su hermano, y de la alegría de los criados. Las actitudes equivocadas en nuestras vidas bloquearán las bendiciones de Dios y nos harán vivir por debajo del potencial de Dios para nosotros.
Conclusión:
Dios nos concedió el privilegio de tomar elecciones. Pueden ser acertadas, si se toman en Dios, o desacertadas. Todo depende de la opción por la que nos inclinemos. El apóstol Pablo enseñó a los creyentes del primer siglo y también a nosotros que es posible cambiar nuestra forma de pensar y por ende nuestras actitudes (Romanos 12:2). Para ello, el propio apóstol instruye sobre la importancia y necesidad de de evitar pensamientos dañinos, que anidan en el corazón y desatan comportamientos errados, de fracaso.