
Mateo 15:21-28
21 Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. 22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: !!Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. 23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. 24 El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: !!Señor, socórreme! 26 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
Jesús había dicho: «Al que a Mí viene, no le echo fuera» (Jn. 6:37); pero muchas veces en el venir hay que hacer frente a dificultades y vencerlas.
I. Su carácter. Con respecto a su nacionalidad, era:
1 UNA MUJER DE CANAÁN. Representante de una clase que estaba sin esperanza, no teniendo promesa, y sin Dios en el mundo (Ef. 2:12). Eso éramos algunos de nosotros.
2 UNA MUJER EN PROFUNDA ANSIEDAD. «Su hija era atormentada por un demonio» (Mt. 15:22). Su propia alma estaba por ello gravemente atormentada. Su gran necesidad y consciente impotencia la impelieron a Jesús. Bendita sed que nos atrae a tal fuente. Nuestra pobreza, como la del pródigo, es muchas veces el medio que nos incita a ir a la casa de la abundancia.
II. Su petición. Semejante agonía de alma tiene que clamar. Era:
1. UN CLAMOR POR MISERICORDIA. «Ten misericordia de mí» (Mt. 15:22). La oración siempre será corta cuando se siente que la misericordia es la primera necesidad. Asegúrate de su misericordia, y has levantado la compuerta para que corra bendición infinita. Si la misericordia es tu primera súplica, no será tu última.
2. UN CLAMOR AL SEÑOR. «¡Señor, ten misericordia de mí!» (Mt. 15:22). «Señor, ¿a quién iremos sino a ti? Tú tienes palabras de vida eterna». La madre Naturaleza es sorda al clamor de los necesitados.
III. Sus dificultades. La primera prueba con que tropezó fue:
1 EL SILENCIO DE JESUS. «No le respondió palabra» (Mt. 15:23). ¿No parece alarmantemente extraño que Jesús no dijera nada en semejante oportunidad? Hay una razón necesaria. No tenemos que tratar con Jesús como lo haría uno que hace un experimento.
El silencio del Salvador puede conducir a un escudriñamiento más profundo del corazón. Aunque no da una palabra, todavía podemos tener esperanza en su carácter. Otras dificultades eran:
2 LA CONDUCTA DE LOS DISCÍPULOS. Dijeron: «Despáchala » (Mt. 15:23). Entre el silencio de Jesús y el mal humor de sus seguidores, su fe fue severamente probada.
El comportamiento de muchos discípulos de Cristo se presta más a alejar que a atraer al Maestro; sus palabras y acciones son tristes representaciones del bondadoso carácter del Señor. ¿Estamos nosotros presentándole favorablemente al demostrar amor a los que perecen?
3 SU PROPIA INDIGNIDAD. Jesús dijo: «No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mt. 15:24). Ella no pertenecía a la casa de Israel; por tanto, como gentil pagana no podía demandar nada de Él como Hijo de David. Estaba llamando a una puerta cerrada. Si como pecadores quisiéramos comprar de Él, tenemos que comprar sin dinero. «Nada en mi mano traigo.»
4. LA JUSTICIA DE DIOS. «No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos» (Mt. 15:26). Aquí tenemos una aradura profunda, pero las cuchillas están en las manos de Infinito Amor. Las promesas dadas únicamente a santos no serán echadas a pecadores.
Dios no puede ser injusto, aun en la salvación de un alma. Ella no era una hija judía; luego por nacimiento no tenía esperanza. En Cristo nos encontramos con un Dios justo y un Salvador.
IV. Su argumento. «Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen» (Mt. 15:27).
Como diciendo: «Ésa es la verdad, pero como SEÑOR Tú puedes darme a mí también lo que necesito». Éste era un razonamiento poderoso, porque era:
1 EL ARGUMENTO DE LA FE. «Oh mujer, grande es tu fe» (Mt. 15:28). Asió fuertemente del carácter del Señor, no como Hijo de David, sino como Hijo de Dios, como Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Era también:
2 EL ARGUMENTO DE UN ESPÍRITU QUEBRANTADO. Tomó humildemente su lugar entre los perros sin méritos, pero la gracia del Señor podría llegar aún a ella. La gracia se deleita en fluir para abajo y llenar a los necesitados. El Señor no despreciará a un espíritu quebrantado y contrito.
V. Su éxito. El suyo fue el triunfo de la fe.
OBTUVO LA BENDICIÓN QUE NECESITABA. «Hágase contigo como quieres» (Mt. 15:28). Su «Señor, socórreme» recibe como respuesta su oferta de plenitud omnipotente. La fe podrá ser probada, pero no será defraudada. Aunque Él tarde, espera. Ella conocía su nombre, y confió en Él, y Él no la desamparó (Sal. 9:10). 2.
ABRAZÓ UNA OPORTUNIDAD QUE PASABA. Mientras Jesús pasaba ella «habla salido y clamaba» (Mt. 15:22). Ésta era su única oportunidad, y sacó de ella todo el provecho posible. Ten cuidado, no sea que se te escape la tuya. «He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación» (2 Co. 6:2).